martes, junio 12, 2007

Es el peor despertar, esa pequeña punzada en la sien q pronto de decide y se dirige a la parte posterior del ojo. Inútil esperar q se vaya sola, voy y busco el paquete de friopack, fiel compañero entre migrañas. En un ratito el dolor desaparece, pero es astuto, se mueve a otro lugar, siempre en la mitad derecha del marote.

Mientras tanto el cerebro no descansa, salta, muta, se transforma de un pensamiento a otro; las disculpas q no presenté en el trabajo, la facu, lo q voy a escribir en el blog. La llamo o no a la noche? Ella va a entender? Tampoco puedo evitar pensar en el fútbol; El Ciclón ya es campeón, ahora, se salvará Belgrano? La cabeza es una tormenta y ya no puedo soportarlo en silencio. Puteo, maldigo, intercalos algunos ay lastimosos y pronunciados, estos, de alguna manera mitigan el dolor. Le pregunto a Dios por q a mi entre tantos. Trompadas a la pared, patadas. Luego caigo en desesperación y ya rompe el llanto. Las lágrimas son mas amargas q cuando perdí a mi primo y eso hace q me sienta culpable.

Así como vino, empezó a abandonarme. En posición fetal, pero boca abajo, espero la remisión total. Idiota. No puedo decir cuanto tiempo se estuvo yendo, pero antes de irse del todo decidió volver. Me desperté a las 4 de la tarde, con una largo camino de lágrimas q llega moja toda la almohada.

¿Cuántas uvas tendrá este racimo? Fueron sólo dos. Linda oferta.

Si los corticoides hacen efecto mañana no debería haber ni dolor ni racimo, pero no debería seguir tomándolos. Me voy a quedar sin huesos y con el tiempo ciego.

Es la una de la mañana y soy casi una persona normal. Tengo mucho hambre y acabo de cenar bien. Es como si algo desde adentro del cuerpo me dijera: “Cena bien esta noche, por q mañana desayunarás en el infierno”

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